Desde que Donald Trump se hiciese con la presidencia en noviembre de 2016, las perspectivas para la economía mexicana han estado rodeadas por periodos tanto de incertidumbre como de avances positivos. Tan sólo dos semanas después del anuncio del presidente de EE.UU. de eliminar los aranceles sobre las importaciones de acero de México y Canada, y la noticia de que el Congreso de los EE.UU aprobará pronto el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), el Presidente Trump publicó en Twitter que iba a aplicar aranceles progresivos sobre todas las importaciones de México en EE.UU., empezando con un 5% el 10 de junio, y aumentando gradualmente hasta llegar a un 25% en octubre de 2019. Tan sólo tres días antes de que entrase en vigor la medida, Trump suspendió la aplicación de los aranceles y citó un acuerdo de cooperación en materia de inmigración entre las dos naciones.
Si bien los diferentes sectores industriales de EE.UU. han criticado la medida, los oficiales mexicanos han adoptado un enfoque más sosegado, y ya han comenzado a negociar una solución con los asesores y el Gabinete del Presidente Trump. Por un lado, destacaron los esfuerzos que se están haciendo para frenar los flujos migratorios que cruzan el país; por otro, insisten en que grabar las importaciones mexicanas al 5% provocaría que el gasto de EE.UU. aumentase en unos 17.000 millones de dólares americanos al año, un arancel del 25% supondría un coste adicional de 100.000 millones de dólares americanos para los consumidores.
Aunque el Presidente Trump quiera impulsar la ratificación del acuerdo del T-MEC, este cambio constante de opinión sobre la aplicación de los aranceles podría retrasar todo. Si bien parecía que había posibilidades de que la economía mexicana pronto se liberaría de al menos algunas de las presiones externas a las que está sometida, este último capítulo está provocando una gran incertidumbre para las empresas y para los consumidores a ambos lados de la frontera de EE.UU. y México, además de otras cuestiones de actualidad, como las tensiones comerciales entre EE.UU. y China y la desaceleración económica mundial.
Si bien la economía mexicana es una de las más estables de la región, en 2018 registró un 2% de crecimiento – muchos observadores internacionales sostienen que esta cifra está por debajo de su potencial máximo. Según el informe de febrero, realizado por el Banco de México, se prevé que el PIB experimente un crecimiento de entre el 1,1% y el 2,1% en 2019.
Sin embargo, el actual gobierno, liderado por el populista de izquierdas, el Presidente Andrés Manuel López Obrador (también conocido como AMLO), prometió un crecimiento anual medio del 4%, e incluso prevé alcanzar el 6% al finalizar su mandato en 2024. Para poder lograr este fuerte aumento del PIB, el país tiene que impulsar las inversiones de forma generalizada. No obstante, dadas las medidas de austeridad que el gobierno se ha autoimpuesto, tendrá que ser el sector privado el que impulse las inversiones.
Según el quinto Barómetro Empresarial de OBG: Mexico CEO Survey, los ejecutivos de alto nivel afirman que no se han desanimado ni por el complejo entorno político y económico a nivel global, ni por la desaceleración del PIB a nivel nacional. En líneas generales, los participantes en la última encuesta sólo indicaron al respecto que la probabilidad de que su empresa realizase una inversión significativa de capital era ligeramente inferior en comparación con los resultados obtenidos en febrero de 2019, el porcentaje de aquellos que respondieron que la probabilidad era alta o muy alta se redujo del 70% al 65%. No obstante, cabe destacar que, el porcentaje de participantes que dijo que había una probabilidad muy alta de que su empresa realizase una inversión aumento del 29% al 32%.
A pesar de la incertidumbre provocada por la aprobación del T-MEC en los últimos meses, de la actual guerra comercial entre EE.UU. y China, y de las últimas declaraciones del Presidente Trump en relación a las tarifas, el hecho de que cerca de dos tercios de los líderes empresariales se sientan lo suficientemente optimistas como para realizar una inversión significativa de capital demuestra que México sigue siendo un mercado atractivo para la comunidad empresarial.
Por quinta vez consecutiva, el sector de la investigación y el desarrollo ha sido elegido como la competencia más necesaria, acumulando un 32% de las respuestas. Le sigue el liderazgo con un 26%. Resulta interesante que la ingeniería – a la que normalmente elegían muchos de los participantes – ha dejado de ser una opción popular, y ha sido sustituida por la Tecnología Informática, con un 12% de las respuestas. La elección de estos tres sectores como los más necesarios nos revela, además, cómo creen los líderes empresariales que debería ser la base de competencias, añadiendo así valor a la economía a través de la tecnología y nuevas prácticas.
En este sentido, los CEOs destacaron que preferían invertir en proyectos de infraestructura social, y garantizar así que, durante las próximas décadas, la economía cuente con una población con salud y un nivel educativo alto. Alrededor del 29% eligió esta opción como el desarrollo de infraestructura más importante para la economía a largo plazo. Le siguen la energía (27%), y las infraestructuras aeroportuarias (25%) – está última ha experimentado un gran aumento en comparación con la anterior encuesta, donde obtuvo un 15%.
Cabe afirmar que estos resultados están estrechamente vinculados a dos políticas clave del actual gobierno. Como parte de su plan para implicar más activamente al gobierno en el sector de la energía, AMLO ha limitado significativamente el avance de las reformas energéticas, y ha suspendido las subastas de contratos para la exploración y explotación de petróleo hasta que se revisen los contratos que han sido adjudicados. Así mismo, tras la consulta popular y los casos de corrupción descubiertos, en octubre de 2018, AMLO decidió cancelar el nuevo aeropuerto de Ciudad de México, cuya construcción ha sido estimada en 13.000 millones de dólares, y había alcanzado ya un tercio del total de la obra. Estas decisiones han sido muy impopulares entre la comunidad empresarial, principalmente porque tanto la energía como las infraestructuras aeroportuarias son vistas como factores clave a la hora de impulsar el crecimiento económico de México, dada la importancia de estos para un gran número de sectores.
A medida que México pasa de la infraestructura a la innovación, los líderes empresariales de todos los sectores buscan fomentar las competencias tecnológicas de sus empresas. A la pregunta: “¿Qué tecnología cree que revolucionará más su sector a corto y mediano plazo?”; las respuestas se repartieron casi por igual entre: la inteligencia artificial (IA) (21%), la automatización (21%) y los macrodatos (20%). Dado el desarrollo de la industria en México – en especial el sector del automóvil – la automatización parece la opción más natural. Por consiguiente, resulta sorprendente que la IA se vea como una tecnología igual de revolucionaria, especialmente si se tiene en cuenta que podría considerarse como una tecnología más avanzada que por ejemplo, la automatización, la cuál debería de ser, lógicamente, la siguiente tecnología en desarrollarse en la mayoría de los sectores de la economía mexicana. Aunque estas dos tecnologías están estrechamente relacionadas, los datos parecen indicar que los objetivos de los CEOs mexicanos son considerablemente más ambiciosos que lo que sugiere el actual perfil económico del país.
En cuanto a las prioridades políticas nacionales, no ha habido grandes cambios en comparación con las encuestas anteriores; los participantes reiteraron que la mejora del estado de derecho (31%) y la lucha contra la corrupción (23%) seguían siendo sus principales prioridades. Este resultado no resulta tan sorprendente, ya que para hacer negocios en cualquier país es vital contar con un estado de derecho sólido y un entorno transparente y libre de corrupción. Resulta interesante señalar, sin embargo, que mejorar la sanidad y la educación es ahora la tercera opción más popular (17%), superando al freno de la violencia, que acumuló un 11% de las respuestas en la última encuesta. Este cambio está en consonancia con la narrativa de AMLO, que defiende que un nivel bajo de bienestar es causa directa de violencia social. Cabe destacar, que estas tres prioridades
están dentro del programa económico de AMLO, el también conocido como Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024. Esto indica que, si bien muchos de los líderes empresariales no están de acuerdo con algunas de las políticas del gobierno, ambos comparten en gran medida los objetivos de desarrollo generales para el país.
Por último, teniendo en cuenta que el nuevo gobierno sólo lleva unos meses en el poder, de su mandato de seis años, le preguntamos a los CEOs cuál era para ellos la política exterior que debería tener más prioridad. La mitad eligieron “continuar con la agenda globalista y multilateral”. En segundo lugar eligieron “mantener una relación civilizada con los EE.UU.”, con un 20% de las respuestas; y un 17% de los CEOs afirmó que el país debería “buscar un acercamiento con China”. A pesar de que a nivel político el actual gobierno parece querer adoptar una política exterior de carácter neutral, AMLO no asistará la cumbre del G20 que se celebrará en Japón este junio, parece que será el sector privado el que liderará la agenda de crecimiento de México en el extranjero a mediano plazo, ya sea globalmente, con los EE.UU., China, y Europa, o con el resto de
América Latina.